¿Islandia a contra corriente?

Capitalbolsa | 06 dic, 2011 08:20

¿Cómo es posible que a pesar de la crisis de deuda que está sufriendo Europa, haya un país que cerrará este ejercicio con un crecimiento cercano al 2%? ¿Cómo es posible que tras haber rechazado un rescate y haber dejado quebrar sus bancos, Islandia haya iniciado una senda de recuperación económica? Pues bien, para entender cómo ha llegado el país nórdico a esta situación, es necesario conocer también el punto de partida.

Al igual que la crisis económica, todo comenzó con la quiebra de Lehman Brothers tras sufrir el primer envite de la crisis en agosto de 2007 con las titulaciones hipotecarias.

En este punto, Islandia era considerada como el paradigma del modelo liberal, donde bajo el influjo de Ronald Reagan y Margaret Tatcher en los años 80, llegó a ser uno de los países con la renta per cápita más alta del mundo y con un nivel de desempleo cercano al 1%. Sus directrices económicas eran claras: impuestos bajos, desregulación y privatizaciones. Ante este nuevo escenario, la banca del país se vio muy favorecida y comenzó una carrera de expansión internacional, donde los altos intereses ofrecidos por ésta, atrajeron a grandes inversores ingleses, holandeses y alemanes entre otros. Tal fue el desfase y el afán de crecimiento de los bancos islandeses que justo antes de la quiebra del banco americano, el volumen de los activos bancarios del país nórdico multiplicaban por 12 al PIB del Estado.

Pues bien, si la chispa se originó en América, la mecha más corta la tenía Islandia y fue el primer país en sentir las consecuencias de la crisis económica mundial. Uno de los mayores bancos del país, el Landsbanki, había ofrecido elevados tipos de interés en una cuenta de ahorro (Icesave), la cual resultó tremendamente atractiva para británicos y holandeses. Una vez que los mercados comenzaron a desplomarse, el gobierno británico descubrió que el banco estaba repatriando capitales y decidió congelar los fondos. Esto provocó la quiebra y el desplome en cadena de la banca islandesa, la cual debía a inversores extranjeros unos 4.000 millones de euros (alrededor de un tercio del PIB del país), afloraron pérdidas por 100.000 millones y el producto interior bruto cayó un 15%. Inglaterra y Holanda, que habían garantizado estas inversiones reclamaron al gobierno islandés la devolución de su deuda y acordaron un plazo de 37 años y un tipo de interés del 3%. Al igual que posteriormente a Grecia, Irlanda y Portugal, se le ofreció un rescate, pero ¿cómo reaccionó el Gobierno nórdico? Pues lanzando un referéndum para que sus ciudadanos decidieran salvar o no a la banca. Y decidieron no hacerlo.

Muchos fueron los que se llevaron las manos a la cabeza presagiando un futuro apocalíptico, otros simplemente tenían ideales y valores morales en los que apoyarse. Las consecuencias se dejaron notar en seguida: Inglaterra y Holanda dejaron de cobrar y amenazaron con llevar al gobierno islandés ante los tribunales. Pero esto no se queda aquí. Haciendo aplomo de un país con larga tradición democrática y donde se lucha por sus ciudadanos, Islandia comienza a perseguir a los causantes de todo este desfalco e inicia en junio de este año, un juicio contra el ex primer ministro conservador Geeir H. Haard por su responsabilidad en esta crisis. A su vez detienen a Lurus Welding, ex consejero delegado del banco Glitnir y al presidente ejecutivo de Kaupthing entre otros, dando así un ejemplo a nivel mundial de lo que una democracia debería ser, a pesar del tremendo poder que poseían estas entidades financieras.

Cuesta concebir que en la Europa del siglo XXI, el nivel de justicia sea tan diferente entre naciones. ¿Acaso no todo el mundo cree que aparte de resolver los problemas actuales, también hay que pararles los pies a los causantes de todo esto? ¿Deberíamos dejar quebrar a las entidades que se han excedido en las últimas décadas? Pues hay voces discordantes en todo esto. Hay quien piensa que sería una buena opción y una oportunidad para refundar el sistema capitalista donde muchas veces la codicia y el afán de poder superan la moral y la ética. Hay quien piensa que no es factible y que las inyecciones para salvar a la banca son necesarias, a pesar del riesgo moral que implica. Europa se encuentra en un momento clave para su futuro y una quiebra masiva de entidades financieras sería una catástrofe a nivel mundial con consecuencias inimaginables. El riesgo sistémico es enorme, y es en esta interdependencia donde reside la debilidad de muchos países que forman la moneda única. A diferencia de Islandia, España o Italia no pueden devaluar su moneda y es éste el mecanismo clave mediante el cual el primer país que entró en crisis, está saliendo de ella. De hecho, favorecido por sus exportaciones, se prevé un crecimiento del 1,5% del PIB islandés en 2012, mientras que para el conjunto de la Zona Euro se espera un crecimiento prácticamente nulo.

También es cierto que el riesgo sistémico de los distintos países es diferente. Si quiebra el sistema financiero de Islandia, no quiebra el mundial, pero si dejamos quebrar a Italia o España, las consecuencias no serían comparables. Los escenarios de cada país, a veces dictan las soluciones que se pueden tomar. Los intereses que cada Estado y el tamaño de sus entes económicos, están obligando a ir por un camino distinto.

Desde Aspain 11 admiramos la determinación del gobierno islandés y la conciencia social de sus ciudadanos, que a pesar de ser poco más de 300.000 personas, están dando una lección de ética y moral al mundo entero. Dejando claro que no es comparable los efectos de la crisis en Islandia y Europa, consideramos vital la creación de un "banco malo" para sanear los balances de las entidades financieros fomentando así el crédito. No obstante, merece la pena mirar a nuestro país vecino ,dado que el nuevo modelo debería contemplar alguna de las medidas instauradas en Islandia.

ASPAIN 11 ASESORES FINANCIEROS EAFI DEPARTAMENTO DE ANALISIS MACROECONÓMICO www.aspain11.com

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