Carlos Montero

EUROPA Y EE.UU. DEBERÍAN APRENDER MUCHAS LECCIONES DE JAPÓN

Capitalbolsa | 30 ago, 2011 09:30

Si vives en EE.UU. o Europa Occidental, y te sientes mal por el miserable estado de la recuperación económica, la parálisis política y la creciente incertidumbre sobre el futuro de tu país, recuerda que las cosas podrían ser peores. Podrías estar en Japón. Esto es lo que afirma el analista Michael Shuman de The Curious Capitalist, y añade: Japón ha estado experimentando esto mismo durante los últimos 20 años. Y no hay ninguna señal de fin a la vista.

El Primer Ministro Naoto Kan está cerca de renunciar, y su sustituto será el tercer primer ministro desde que el Partido Democrático de Japón obtuvo su histórica victoria electoral hace dos años.

Kan deja una economía que se ha contraído durante tres trimestres consecutivos. Sí, parte de la razón es el devastador terremoto y el posterior tsunami que azotó Japón en marzo. Pero una razón más grande es el continuo fracaso de los líderes políticos de Japón para hacer frente a los problemas más profundos de la economía. Kan tuvo algunas buenas ideas -la reforma del sector agrícola por ejemplo- pero al final no se logró nada. Los políticos japoneses no parecen tener ninguna buena idea que funcione.

Ahora EE.UU. y Europa se encuentran en una situación similar, con los mismos problemas políticos y la posibilidad de entrar de nuevo en una prolongada recesión. Stephen King, economista jefe de HSBC, señaló la semana pasada en un informe de investigación:

"Siempre hemos considerado que el mundo occidental sufría problemas como Japón. Un crecimiento débil de la oferta monetaria, altos niveles de deuda, alto apalancamiento, débil crecimiento estructural, y rápido deterioro fiscal. Occidente se parece cada vez más a una versión mala de Japón. Y, como Japón, nuestros líderes políticos están ofreciendo algunas respuestas".

Hace unas semanas, señala Michael Shuman, creía que EE.UU. no se enfrentaría a un futuro japonés, principalmente debido a la fortaleza del sector corporativo de EE.UU., pero a medida que los EE.UU. continúa a la deriva, será más difícil evitar un destino como el de Japón.

Japón tiene algunas importantes lecciones que ofrecen a Occidente, para evitar entrar en un declive económico a largo plazo.

En primer lugar, no hay que contar con la política monetaria para solucionar todos los problemas económicos. La actuación del Banco de Japón muestra que hay límites claros a lo que los bancos centrales y la política monetaria se enfrentan para cambiar las economías en problemas. Japón se ha basado en los tipos de interés para reactivar su economía, aunque con poco impacto. Los tipos de interés estuvieron a cero en Japón casi de forma continuada entre 1999 y 2006. Y sin embargo, los bajísimos tipos de interés nunca han hecho mucho para reparar las perspectivas de crecimiento japonés. ¿Por qué? La rotura de la burbuja de Japón dejó a los bancos y a las compañías, con mucha deuda y con exceso de capacidad. Nadie tenía ningún incentivo para pedir prestado o prestar, sin importar a qué nivel estuvieran los tipos. El problema de Japón no ha sido la disponibilidad de dinero, sino a la demanda del mismo. Con alto apalancamiento de los consumidores, el alto desempleo y el lento crecimiento, la economía real no está proporcionando oportunidades para que las empresas se endeuden para invertir. Cuando el problema no es el dinero, el dinero no puede resolver el problema.

En segundo lugar, hay que darse cuenta que los problemas económicos son estructurales y no cíclicos. Una de las razones para que los japoneses apoyaran tanto las medidas monetarias para solucionar su crisis, se debió a la negativa a reconocer que sus problemas son estructurales y no cíclicos. Los burócratas autoritarios y la regulación excesiva han obstaculizado la iniciativa empresarial y la competencia, perjudicando la eficiencia del sector empresarial. Mercados laborales inflexibles han creado una subclase de trabajadores jóvenes sin beneficios, capacitación laboral o de seguridad. Sin fijar esos problemas estructurales subyacentes, la economía no puede regresar a un estado saludable, no importe cuanto gasten los políticos. El resultado final es una economía estancada con un gobierno peligrosamente endeudado. Los EE.UU. y Europa se dirigen por el mismo camino. Los estímulos fiscales y monetarios no funcionarán, a menos que los problemas reales de la economía se enfrenten.

En tercer lugar, arreglar sus bancos de forma rápida. Uno de los mayores fracasos de Japón fue esperar un lustro para comenzar la reestructuración de su sector bancario tras la crisis financiera. Y después el problema se abordó muy lentamente. A pesar que los EE.UU. han hecho un mejor trabajo en este sentido. Europa no lo ha hecho. En el núcleo de los problemas de la zona euro están los bancos descapitalizados, y la renuncia de los políticos europeos para tratar realmente los problemas. Las pruebas de tensión en Europa para medir la salud del sector financiero han bordeado la broma. Sin bancos más fuertes no se puede tener un crecimiento más fuerte. Europa tampoco puede resolver su crisis de deuda soberana. Esperar, como en Japón, sólo empeorará las cosas.

En cuarto lugar, entender que el rendimiento pasado no garantiza resultados futuros. Uno de los mayores problemas de Japón, fue la negativa a admitir que su antiguo modelo económico ha fallado. Durante la década de 1960, 70, y 80, Japón era el niño mimado de la economía mundial, antes de China. Sin embargo, este modelo perdió el contacto con el nuevo tiempo. Japón, hoy en día, sigue aferrado a sus viejas costumbres, a pesar de la evidencia de 20 años, que ya no funciona. Occidente está en riesgo de la misma parálisis mental. Los europeos están tan ligados a su bienestar, que no pueden imaginar su reforma. Los EE.UU. están tan dedicados a su propia versión del libre mercado, que se ha convertido ideológicamente en resistente a la búsqueda de soluciones nuevas a problemas nuevos. Washington no está de acuerdo con el gasto en infraestructuras, debido a su predisposición ideológica contra el valor de la inversión pública. La desigualdad de ingresos sigue creciendo debido a la imposibilidad de reformar los sistemas corporativos e impositivos, para reconocer las nuevas realidades que enfrenta la fuerza laboral estadounidense.

En quinto lugar, no temer a la globalización, abrazarla. Mientras que el resto de Asia se ha integrado cada vez más, Japón se hizo a un lado. Los sectores económicos más vibrantes son los que están conectados a las cadenas de suministro. Por otro lado, Japón ha mantenido su economía en general, resistentes a la inversión y a la influencia extranjera. El resultado es que a Japón le perjudicó la globalización, en la forma de un vaciamiento de la industria a países de bajo coste. Los EE.UU. con su creciente sentimiento anti comercial, corre el riesgo de caer en la misma trampa.

En sexto lugar, no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. El peligro de que la parálisis política afecte a EE.UU. y a Europa en estos momentos, puede retrasar importantes decisiones, lo que provocará que el coste de la reforma sea más doloroso. Esa es la parte realmente más trágica de la historia de Japón. Los líderes políticos de Japón han perdido una oportunidad tras otra para cambiar el curso del futuro de Japón. Ahora, con la deuda pública al 200% del PIB, sus opciones son más limitadas que nunca. Europa y EE.UU. están cerca de cometer los mismos errores.

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