SE NECESITAN TRES ARABIAS SAUDÍES EN DIEZ AÑOS

Capitalbolsa | 20 dic, 2010 12:46

A finales de noviembre, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) - organismo autónomo financiado por los países industrializados de la OCDE- dió a conocer su visión sobre la situación global de la energía y su previsible evolución en los próximos veinticinco años. Los pronósticos de la AIE suelen suscitar el interés del sector energético y los gobiernos. Estos últimos, en particular, son los destinatarios de uno de los mensajes más llamativos del estudio de este año (World energy outlook 2010): lo que se haga o deje de hacerse en el transcurso de esta década en materia de política energética y de lucha contra el cambio climático determinará la cantidad de petróleo disponible y el precio que acabaremos pagando por él.

En su escenario base (New policies scenario),la AIE considera que la demanda global de petróleo (excluyendo los biocombustibles) continuará creciendo de manera constante en el futuro, alcanzando cerca de 99 millones de barriles diarios (mbd) en el 2035, lo que equivale a unos 15 mbd más que en el 2009. La demanda en los países industrializados de la OCDE caería más de 6 mbd, de modo que la totalidad del aumento correspondería a países ajenos a dicha organización, con China absorbiendo ella sola el 57% del incremento.

Por el lado de la oferta, la AIE calcula que en el 2035 la producción de petróleo llegará a unos 96 mbd, desglosados de la siguiente manera: 68,5 mbd correspondientes a crudos convencionales, 17.9 mbd a líquidos del gas natural y 9,5 mbd a petróleos no convencionales. Si a estos volúmenes le sumamos otros 3 mbd procedentes de ganancias en el procesado, resulta que, en principio y grosso modo, las cuentas cuadran.

Sin embargo, un análisis pormenorizado de algunos de los conceptos contabilizados en el apartado oferta revela una situación mucho más delicada de lo deseable. Por ejemplo, en relación al suministro de crudos convencionales, el informe de la AIE desvela un dato muy relevante: en los próximos veinticinco años no se espera que la producción mundial supere el máximo histórico de 70 mbd alcanzados en el 2006, manteniéndose prácticamente estancada alrededor de los 68-69 mbd y dibujando una meseta ondulada. Y esto en el supuesto de que la industria petrolera sea capaz de compensar un declive global promedio de los campos actualmente en explotación que en el 2035 será del 8,3% anual. Una tarea que requerirá enormes inversiones, la puesta en funcionamiento de nuevos campos que en la actualidad se encuentran pendientes de desarrollo y el descubrimiento de nuevos yacimientos.

Todo ello aceptando, aunque sea a regañadientes, que resolver la ecuación del suministro nos hace cada vez mas dependientes de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo, cuyo porcentaje de participación en la producción mundial pasaría del 41% del total en el 2009 al 52% en el 2035 (un valor que no se alcanzaba desde antes del primer shock petrolero de 1973-1974).

La importancia del declive comentado es de tal magnitud que, si consideramos conjuntamente la pérdida de producción relacionada con dicho fenómeno y el aumento de la demanda de petróleo previsto para el periodo 2009-2035, la industria petrolera tiene que poner a punto una nueva capacidad de producción cercana a 28 mbd para el 2020 y de unos 67 mbd en el 2035. A efectos comparativos es interesante constatar que la producción en el 2009 de los dos primeros países del ranking mundial, Rusia y Arabia Saudita, fue de 10,2 y 9,6 mbd, respectivamente. Lo que significa que la industria dispone de apenas diez años para desarrollar una nueva capacidad productiva equivalente a casi tres Arabias Saudíes.

Para ello no quedará mas remedio que contar con los líquidos del gas natural, así como con los petróleos no convencionales (arenas asfálticas de Canadá y petróleos extrapesados de Venezuela) cuyos suministros deberían aumentar de forma espectacular durante el periodo 2009-2035, aunque esto suponga un incremento cierto de los precios del barril, la emisión de más gases de efecto invernadero y una progresiva disminución de la energía neta obtenida.

¿Qué podemos hacer ante esta perspectiva? La AIE considera que si los gobiernos se mostraran decididos a ir mucho más allá de sus tibios compromisos actuales para promover el uso eficiente del petróleo y el desarrollo de alternativas a este combustible, tal vez podríamos conseguir que el inevitable cénit de la producción de petróleo reflejara más un descenso de la demanda que del suministro.

La recomendación es clara: hay que olvidarse de posturas autocomplacientes (como las de los que toman como lema el tópico y ñoño chascarrillo de que "hace cuarenta años que se dice que tenemos petróleo para cuarenta años") para centrarse de forma urgente en la aplicación de políticas de gestión de la demanda particularmente centradas en el sector del transporte.

Mariano Marzo , catedrático de Recursos Energéticosde la UB

Crisis Energética

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