Carlos Montero
¿Una década perdida? Tendríamos suerte si fuera así
Un número creciente de economistas parecen estar
convencidos de que La Unión Europea, Estados Unidos y China están dentro de un período prolongado de
lento crecimiento - estancamiento secular, en las palabras del ex secretario del Tesoro, Larry
Summers.
Un ejemplo cercano podría ser la década
pérdida de Japón de 1990. Al igual que entonces, este periodo se caracteriza por el estallido de
burbujas de precios de los activos financiados con deuda que dio lugar a múltiples rondas de
estímulo fiscal, una flexibilización monetaria masiva y unas tasas de interés bajísimas. Los
esfuerzos de rescate estabilizaron las condiciones, pero no pudieron impulsar una recuperación
sostenible, dejando a la economía sumida en un periodo de bajo crecimiento, baja inflación y alto
nivel de deuda.
"En cierto modo, este resultado no parece tan terrible", comenta Satyajit Das
en BBG. "Cuando Japón entró en crisis, el país tenía varias ventajas tanto internas como externas
que las naciones de hoy en día no tienen. Para muchos, una depresión al estilo de Japón podría ser
el mejor de los escenarios".
"Primero y ante todo, en el inicio de la crisis, Japón disfrutó
de niveles moderados de deuda pública - alrededor del 20 por ciento del PIB -, así como un fuerte
ahorro interno y un sesgo anormalmente alto en la inversión. Incluso ahora, en torno al 90 por
ciento de los bonos del gobierno están en manos de los consumidores japoneses. Esto ha permitido que
los sucesivos gobiernos japoneses pudieran funcionar con un gran déficit presupuestario y financiar
su gasto a nivel nacional, con la asistencia de un banco central acomodaticio que mantiene bajo el
coste de la deuda.
Por el contrario, muchas economías que hoy en día están en problemas
sufren altos niveles de deuda pública - entre el 80 al 100 por ciento del PIB -, y de deuda total.
La deuda del gobierno oficial de China es más baja, alrededor del 55 por ciento del PIB. Pero esa
cifra no tiene en cuenta el endeudamiento de los grandes bancos y otras empresas estatales, que se
apoya en diversos grados en el gobierno. Algunos países también tienen un bajo ahorro interno y
dependen del capital extranjero, lo que limita su capacidad para financiar los déficits
presupuestarios.
En segundo lugar, la recesión de Japón, al menos, se desarrolló durante un
período de fuerte crecimiento global. Las exportaciones compensaron parcialmente la falta de demanda
interna, mientras que la solidez de los mercados internacionales permitió a los japoneses invertir
en el exterior en busca de rentabilidad. Ahora, la escasa demanda y los mercados sombríos impiden
que los países miren más allá de sus fronteras en busca de ayuda. Para empeorar las cosas, el
comercio transfronterizo y los flujos de capital se incrementaron a lo largo de la década de 1990.
Hoy en día, la globalización está bajo presión, lo que limita aún más la capacidad de las naciones
individuales para aprovechar la demanda y los fondos externos.
En tercer lugar, en el último
cuarto de siglo, Japón ha sido capaz intermitente de debilitar el yen con el fin de impulsar la
actividad económica. Hoy en día, el hecho de que todo el mundo esté sufriendo significa que
cualquier intento de obtener una ventaja competitiva mediante el debilitamiento de una moneda es
probable que provoque una rápida represalia.
En cuarto lugar, cuando su economía colapsó,
Japón ya era relativamente rico y tecnológicamente avanzado. Países como China no tienen ni de lejos
el mismo desarrollo. A principios de la década de 1990, el PIB per cápita de Japón estaba en
alrededor de 29.000 dólares (en dólares actuales), un 20 por ciento más que en EE.UU. en ese
momento. El PIB per cápita de China actual es de alrededor de $7.500, aproximadamente el 15 por
ciento del de Estados Unidos.
En quinto lugar, a pesar de que el envejecimiento de la
población de Japón está complicando los esfuerzos por rejuvenecer la economía, la demografía al
inicio de la crisis ayudó. Una población de más edad había acumulado una riqueza considerable. El
descenso de la natalidad significó que un menor número de trabajadores necesitaba ser absorbidos por
la fuerza de trabajo, lo que mantuvo bajo el desempleo. Por el contrario, las actuales altas tasas
de desempleo o subempleo en muchos países, sobre todo entre los más jóvenes, plantean un gran
desafío social y político.
Por último, Japón es una sociedad homogénea insular. También es de
facto un estado de partido único, donde el gobernante Partido Democrático Liberal es capaz de
desarrollar sus políticas con poca oposición política. La cultura de Japón se basa en una fuerte
conciencia nacional y un estoicismo moldeado por las experiencias de la Segunda Guerra Mundial y la
dureza de la inmediata posguerra. Los ciudadanos han aceptado los sacrificios necesarios debido a
los problemas económicos de su país.
China, posee algunas de estas características también.
Pero las sociedades más diversas y políticamente volátiles pueden no aceptar tan fácilmente las
medidas necesarias para gestionar sus retos económicos. La polarización política y la resistencia a
las políticas de austeridad, evidentes en Europa y en otras regiones, pone de relieve lo
desagradable de una recesión económica prolongada."
La experiencia de Japón es instructiva y
no profética. Por desgracia, como el escritor brasileño Paulo Coelho dijo una vez, "Cada vez que
repetimos el mismo error, el precio es mayor".
Fuentes: Satyajit Das (BBG)
Carlos Montero
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