Carlos Montero

¿Una década perdida? Tendríamos suerte si fuera así

Capitalbolsa | 22 jun, 2016 20:32
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Un número creciente de economistas parecen estar convencidos de que La Unión Europea, Estados Unidos y China están dentro de un período prolongado de lento crecimiento - estancamiento secular, en las palabras del ex secretario del Tesoro, Larry Summers.

Un ejemplo cercano podría ser la década pérdida de Japón de 1990. Al igual que entonces, este periodo se caracteriza por el estallido de burbujas de precios de los activos financiados con deuda que dio lugar a múltiples rondas de estímulo fiscal, una flexibilización monetaria masiva y unas tasas de interés bajísimas. Los esfuerzos de rescate estabilizaron las condiciones, pero no pudieron impulsar una recuperación sostenible, dejando a la economía sumida en un periodo de bajo crecimiento, baja inflación y alto nivel de deuda.
"En cierto modo, este resultado no parece tan terrible", comenta Satyajit Das en BBG. "Cuando Japón entró en crisis, el país tenía varias ventajas tanto internas como externas que las naciones de hoy en día no tienen. Para muchos, una depresión al estilo de Japón podría ser el mejor de los escenarios".
"Primero y ante todo, en el inicio de la crisis, Japón disfrutó de niveles moderados de deuda pública - alrededor del 20 por ciento del PIB -, así como un fuerte ahorro interno y un sesgo anormalmente alto en la inversión. Incluso ahora, en torno al 90 por ciento de los bonos del gobierno están en manos de los consumidores japoneses. Esto ha permitido que los sucesivos gobiernos japoneses pudieran funcionar con un gran déficit presupuestario y financiar su gasto a nivel nacional, con la asistencia de un banco central acomodaticio que mantiene bajo el coste de la deuda.
Por el contrario, muchas economías que hoy en día están en problemas sufren altos niveles de deuda pública - entre el 80 al 100 por ciento del PIB -, y de deuda total. La deuda del gobierno oficial de China es más baja, alrededor del 55 por ciento del PIB. Pero esa cifra no tiene en cuenta el endeudamiento de los grandes bancos y otras empresas estatales, que se apoya en diversos grados en el gobierno. Algunos países también tienen un bajo ahorro interno y dependen del capital extranjero, lo que limita su capacidad para financiar los déficits presupuestarios.
En segundo lugar, la recesión de Japón, al menos, se desarrolló durante un período de fuerte crecimiento global. Las exportaciones compensaron parcialmente la falta de demanda interna, mientras que la solidez de los mercados internacionales permitió a los japoneses invertir en el exterior en busca de rentabilidad. Ahora, la escasa demanda y los mercados sombríos impiden que los países miren más allá de sus fronteras en busca de ayuda. Para empeorar las cosas, el comercio transfronterizo y los flujos de capital se incrementaron a lo largo de la década de 1990. Hoy en día, la globalización está bajo presión, lo que limita aún más la capacidad de las naciones individuales para aprovechar la demanda y los fondos externos.
En tercer lugar, en el último cuarto de siglo, Japón ha sido capaz intermitente de debilitar el yen con el fin de impulsar la actividad económica. Hoy en día, el hecho de que todo el mundo esté sufriendo significa que cualquier intento de obtener una ventaja competitiva mediante el debilitamiento de una moneda es probable que provoque una rápida represalia.
En cuarto lugar, cuando su economía colapsó, Japón ya era relativamente rico y tecnológicamente avanzado. Países como China no tienen ni de lejos el mismo desarrollo. A principios de la década de 1990, el PIB per cápita de Japón estaba en alrededor de 29.000 dólares (en dólares actuales), un 20 por ciento más que en EE.UU. en ese momento. El PIB per cápita de China actual es de alrededor de $7.500, aproximadamente el 15 por ciento del de Estados Unidos.
En quinto lugar, a pesar de que el envejecimiento de la población de Japón está complicando los esfuerzos por rejuvenecer la economía, la demografía al inicio de la crisis ayudó. Una población de más edad había acumulado una riqueza considerable. El descenso de la natalidad significó que un menor número de trabajadores necesitaba ser absorbidos por la fuerza de trabajo, lo que mantuvo bajo el desempleo. Por el contrario, las actuales altas tasas de desempleo o subempleo en muchos países, sobre todo entre los más jóvenes, plantean un gran desafío social y político.
Por último, Japón es una sociedad homogénea insular. También es de facto un estado de partido único, donde el gobernante Partido Democrático Liberal es capaz de desarrollar sus políticas con poca oposición política. La cultura de Japón se basa en una fuerte conciencia nacional y un estoicismo moldeado por las experiencias de la Segunda Guerra Mundial y la dureza de la inmediata posguerra. Los ciudadanos han aceptado los sacrificios necesarios debido a los problemas económicos de su país.
China, posee algunas de estas características también. Pero las sociedades más diversas y políticamente volátiles pueden no aceptar tan fácilmente las medidas necesarias para gestionar sus retos económicos. La polarización política y la resistencia a las políticas de austeridad, evidentes en Europa y en otras regiones, pone de relieve lo desagradable de una recesión económica prolongada."
La experiencia de Japón es instructiva y no profética. Por desgracia, como el escritor brasileño Paulo Coelho dijo una vez, "Cada vez que repetimos el mismo error, el precio es mayor".
 

Fuentes: Satyajit Das (BBG)
Carlos Montero
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