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¿Está justificado el temor a un estancamiento secular de la economía mundial?
Varios acontecimientos han provocado dudas sobre la
recuperación económica a nivel global: las nuevas cesiones en los precios de las materias primas
hasta mínimos de doce años, la intervención del banco central de China depreciando el yuan frente al
dólar estadounidense cerca de un 5% en la última quincena, así como una tasa de crecimiento del PIB
de la zona Euro en el segundo trimestre (0,3% intertrimestral) levemente por debajo de lo esperado
por el mercado.
Estas dudas se han traducido en cesiones en
TIR en las curvas de tipos de interés de las principales economías desarrolladas, más acentuadas en
los tramos largos, que indicarían que el mercado asume una reducción estructural tanto de las
expectativas de inflación como de crecimiento.
Este carácter estructural puede inferirse de
la caída reciente de las expectativas de inflación. La cesión de los breakeven de inflación de la
curva alemana ha sido superior a la que se justificaría por el impacto mecánico de una caída del
precio del petróleo en la evolución de la inflación futura.
Esta sobrerreacción contrasta con
lo ocurrido en la primera fase de la caída del precio del crudo (hasta mediados de julio), en la que
la caída de los breakeven se ajustó a su impacto mecánico sobre la inflación. La diferencia podría
deberse a que ahora el mercado descuenta un proceso desinflacionista más estructural.
Por su
lado, el empeoramiento de las expectativas cíclicas de la zona Euro, reflejadas en la caída de TIR
real en las últimas jornadas, podría responder a la sorpresa a la baja de los registros de
crecimiento en el 2T15 conocidos recientemente, que han acentuado las dudas sobre una ralentización
de la recuperación económica. Sin embargo, en nuestra opinión, los acontecimientos recientes no
indican que haya una debilidad del crecimiento y la inflación a nivel global de carácter estructural
que justifique los niveles actuales de TIR.
En primer lugar, porque del principal motor de
crecimiento de la economía mundial, EEUU, siguen emanando señales positivas. Así, el dato de PIB
correspondiente al segundo trimestre mostró un crecimiento del 2,3% trimestral anualizado, frente al
0,6% del primer trimestre. El efecto expansivo de la caída de los precios energéticos sobre la renta
disponible se está trasladando finalmente al consumo privado (la tasa de ahorro, que repuntó en el
1T15, descendió en el 2T15). Los sólidos fundamentos hacen esperar que éste sea el motor del avance
del PIB en lo que queda de año: aumento del empleo, subida de la confianza, relajación de las
condiciones de acceso al crédito (así lo corroboró la última encuesta de estándares publicada por la
Reserva Federal) y desapalancamiento cuasi concluido. La construcción residencial, cuya recuperación
ha estado lastrada por la escasez de compradores de primera vivienda, también ofrece buenas
perspectivas apoyada en la mejora del empleo y la relajación de las condiciones de
financiación.
Además, los indicadores adelantados de sentimiento de los agentes económicos
-empresarios y consumidores- siguen arrojando señales compatibles con la continuidad de la expansión
económica. Por su parte, el mercado laboral ha seguido creando empleo a ritmos elevados. La tasa de
paro se sitúa en el 5,3% y se observa una mejora de la calidad del empleo creado, reduciéndose el
número de empleados que trabajan a tiempo parcial de forma involuntaria.
Por el lado de los
precios, es cierto que descensos continuados en el precio de las materias primas pueden acabar
presionando de nuevo a la baja el IPC. Y existe el riesgo de que un IPC bajo durante un periodo de
tiempo continuado se traslade a las expectativas de los agentes y redunde en un crecimiento de los
salarios menor y, por tanto, en una evolución del IPC subyacente más reducida.
Hasta el
momento, sin embargo, no se observan indicios de esta evolución: la inflación subyacente se mantiene
en el 1,8% interanual y el crecimiento de los salarios se ha estabilizado en torno al 2% i.a., a
pesar de las bajadas continuas del precio del petróleo. Dentro del último dato de inflación
subyacente de julio es muy representativo que los componentes de bienes fueran los que más
retrocedieron (más facilmente importables), no así los componentes de servicios, que, en líneas
generales, ascendieron, señalando la ausencia de presiones deflacionarias domésticas en
EEUU.
En segundo lugar, la propia caída del precio del crudo podría provocar un impulso
adicional al crecimiento de la zona Euro, lo que podría acelerar la recuperación. Según la Comisión
Europea, una bajada del precio del crudo acumulada de 20 USD/barril podría provocar una aceleración
del crecimiento de 0,6 puntos porcentuales. A finales de 2014, la TIR real sobrerreaccionó para
rectificar posteriormente, cuando se materializaron las expectativas de mejora económica. Esto
podría suceder otra vez en adelante. Sin lugar a dudas, la recuperación de la crisis financiera está
siendo lenta y, probablemente, algunos aspectos de esta crisis provoquen que los niveles de
crecimiento en el futuro sean menores de lo esperado: el envejecimiento de la población, así como la
baja productividad, harán que el crecimiento potencial de las economías, en adelante, sea menor. Sin
embargo, creemos que, si bien estas tendencias justifican unos tipos a largo plazo menores de los
observados en la
fase anterior a la crisis, en los últimos días el mercado habría
sobrerreaccionado a las últimas noticias.
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