Por qué Europa necesita salvar a Grecia
El problema fundamental que subyace en la crisis económica de Grecia es un problema griego: arraigado en la falta de voluntad del país para modernizarse. Grecia fue objeto de un largo período de dominación por parte del Imperio Otomano.
Sus redes políticas y económicas arraigadas están profundamente
corruptas. No ha surgido una burocracia meritocrática. A pesar de que la
confianza en las instituciones gubernamentales se ha erosionado, se ha
afianzado una cultura de dependencia.
Los griegos, puede
argumentarse, no se han ganado el derecho a ser salvados, dice Anders
Borg, el exministro sueco de Finanzas. "Y sin embargo, la salida de
Grecia del euro no es la mejor opción ni para Grecia ni para la Unión
Europea. Independientemente de si los griegos se merecen la ayuda, a
Europa le interesa ayudarles".
"La OCDE, la Comisión Europea, el
Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial han puesto de relieve,
informe tras informe, la incapacidad fundamental de la economía griega
para producir un crecimiento sostenible a largo plazo. El sistema
educativo del país está por debajo de la media y con fondos
insuficientes. Sus inversiones en investigación y desarrollo son
inadecuadas. Su sector exportador es pequeño. El crecimiento de la
productividad ha sido lento.
La pesada carga regulatoria de
Grecia, bien descrita por los indicadores del Banco Mundial sobre la
facilidad de hacer negocios, representa una barrera de entrada
importante en muchos sectores, cerrando la entrada de competencia en
industrias enteras y ocupaciones. Como resultado, la economía de Grecia
intenta reasignar recursos, incluidos los trabajadores, dada la rigidez
del mercado laboral.
Tras la entrada de Grecia en la zona euro,
los tipos de interés, junto con los precios inmobiliarios inflados,
impulsaron un aumento de la deuda de los hogares y causó un boom en el
sector de la construcción, que colocó a la economía en una senda
insostenible. En los años anteriores al inicio de la crisis financiera,
el déficit por cuenta corriente y los precios burbujeantes de los
activos empujaron el crecimiento anual del PIB hasta el 4,3%. Mientras
tanto, el gasto público se elevó a niveles suecos, mientras que los
ingresos fiscales se mantuvieron a niveles del Mediterráneo.
En
los ocho años que Borg trabajó en el Consejo de Asuntos Económicos y
Financieros de la UE, trabajó junto a siete ministros griegos, cada uno
de los cuales admitió en algún momento que las cifras de déficit del
país tendrían que revisarse al alza. Cada vez que sucedió, el ministro
en cuestión insistió en que no volvería a suceder. Pero sucedió. De
hecho, el déficit antes de la crisis de 2008 fue finalmente revisado al
9,9% del PIB - más de un 5% superior a la cifra originalmente presentada
al Consejo.
Y, sin embargo, las consecuencias de una salida del
país del euro son demasiado graves como para tenerla en cuenta. Al
final, ese resultado sería el resultado de una decisión política, y los
valores europeos en juego en esa decisión superan las consideraciones
económicas.
Para empezar, la salida de Grecia del euro sería un
golpe devastador para Grecia. Sin el apoyo del Banco Central Europeo, el
sistema bancario del país se desconectaría de los mercados
internacionales. El gobierno tendría que cerrar los bancos durante una o
dos semanas, imprimir una moneda de emergencia, limitar el acceso de
los hogares a sus depósitos e introducir controles de capital. Cuando el
mercado se abriera de nuevo, el nuevo dracma se depreciaría un 30-40%
antes de encontrar el equilibrio.
Para empeorar las cosas, la
crisis económica podría llevar a una crisis política, lo que haría
imposibilitaría las reformas estructurales que Grecia necesita
desesperadamente. De hecho, una de las principales causas de los
profundos problemas económicos del país es su sistema político
disfuncional. El período de reestructuración fiscal - en el que el
déficit se redujo desde el 9,9% del PIB en 2008 al 8,9% en 2012 - ya
provocó un gran malestar civil. Una crisis económica más profunda podría
provocar un fuerte aumento de la inestabilidad social y política. La
expulsión de una democracia tan precaria de la eurozona sería
profundamente irresponsable.
Europa también debería tener en
cuenta el entorno geopolítico. El aumento de la tensión causada por el
conflicto en Ucrania pone en riesgo la estabilidad de otras partes del
continente. La expulsión de Grecia en un entorno internacional tan
inestable dejaría a la región más vulnerable a los que creen que se
beneficiarían de una Europa más débil, menos unificada (particularmente
los actuales líderes rusos).
Hay cuestiones más importantes
planteadas por la crisis en Grecia que si el país merece ser rescatado
por los contribuyentes europeos. Están en juego los valores
fundamentales y las consideraciones estratégicas que son fundamentales
para el proyecto europeo. Europa es simplemente más europea con un socio
estable en Atenas.
Fuentes: Anders Borg - Project Syndicate
Carlos Montero
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