José Agustín López Selfa

¿Qué se puede esperar de los mercados?

Capitalbolsa | 05 feb, 2013 10:45

Cuando se observa un gráfico histórico es imposible apreciar las oscilaciones de los tipos de interés, las diferentes políticas fiscales e incluso un conflicto bélico mundial.

Las noticias diarias, por importantes que sean, sólo tendrán relevancia si se opera en trading o se invierte a muy corto plazo.
El mercado de valores tiene su propio pulso vital, alterna ciclos de impulso y descanso e inspira y expira con vida propia. La Bolsa, por encima de todo, se "siente". Hay que llegar a conocerla del mismo modo que se conoce a las personas más cercanas, entonces no tendrá ninguna dificultad para entenderla y sabrá cuando hay que dejarla en paz o sumarse a la fiesta. Comprendiendo el carácter de alguien se puede aventurar con muchas probabilidades de éxito como se va a comportar casi en cualquier circunstancia.
Si se desarrolla dicha habilidad, sólo resta esperar el momento oportuno y actuar en consecuencia, y si aún no la ha alcanzado o carece de la psicología necesaria, dispone del análisis y los gráficos, que son una especie de informe que refleja el comportamiento pasado y del que puede inferirse el futuro.
El momento del ciclo es lo esencial cuando se planea una inversión, no se puede cambiar ni elegir, pero es posible reconocerlo y aprovechar lo que de sí. ¿Dónde estamos entonces y qué se puede esperar?
Los que hemos experimentado, al menos en gran parte, un genuino movimiento alcista como el que se produjo desde el año 1.975 hasta el año 2.000 o 2.007, según los casos, somos conscientes que el momento actual no reúne los requisitos de un mercado alcista, son tantas las señales que sería necesario un espacio mucho mayor que éste para explicarlas. Eso no quiere decir que los mercados no puedan disfrutar largos periodos de ascenso e incluso alcanzar máximos históricos, pero no escalarán con brío dejando atrás anteriores techos de una forma limpia y continuada. Los mercados alcistas se distinguen básicamente por disfrutar de una liquidez y una psicología positivas, son dinámicos, alegres, en aumento hasta la exageración, cuando es así no caben discusiones, cualquier experto lo aprecia y la única cuestión es reconocer las fases de descanso o saltar de un sector o valor a otro buscando un relevo más rápido.
El señor Bernanke también lo sabe, como sabe que a un movimiento alcista de las Bolsas le sigue otro de la economía, es la razón por la que manipula el factor liquidez procurando transformar a su vez el factor psicológico e intentando, como reconoció públicamente, forzar un círculo virtuoso que provoque finalmente el despegue económico. Sus actuaciones se han dirigido a apuntalar los tres pilares maestros que generan el efecto riqueza: mantener unos tipos bajos, elevar los precios de la renta variable y recuperar el mercado inmobiliario, forzando así un ciclo alcista sintético a falta de uno natural. Pero a nadie se le escapa que no es lo mismo una rosa real que una de plástico y que lo poco conseguido se ha logrado a base de deuda y emisión de dinero hasta niveles nunca vistos. Los 56 billones de dólares, cifra del montante de la deuda conjunta USA, son un señor problema y una espada de Damocles sobre la economía mundial. Además no es el único país en situación precaria.
En el gráfico histórico del Dow Jones se observa que en el año 2.000 (índices con componentes tecnológicos) o en el año 2.007 (los clásicos) se puso fin a una onda III de superciclo que arrancó en 1.932. Siete décadas de movimiento alcista que han multiplicado el índice por 200. Pone los pelos de punta, pero si se estudia el comportamiento de la inflación o los precios inmobiliarios en el mismo periodo se comprueba que no hay gran diferencia, es la consecuencia de un modelo basado en el crédito, la deuda y el crecimiento continuo que ha alcanzado extremos que ponen en cuestión su propia continuidad.
Lo cierto es que desde entonces el mercado ha dejado patente que está agotado, necesita descansar, y el periodo de digestión debe ser proporcional a la cantidad de alimento ingerido, mucho en este caso. Lo sensato hubiera sido permitir una larga siesta deflacionaria, similar a la japonesa de los últimos 20 años tras las décadas de exuberancia que finalizaron en 1.990, cuando el centro de Tokyo se valoró por encima de todo el estado de California, pero la impaciencia occidental, obsesionada con el corto plazo, fuerza el uso de cuanto estimulante tiene al alcance con tal de que la maquinaria siga a pleno rendimiento, lo que implica graves peligros.
El dinero inteligente reconoció al principio del milenio que el rally bursátil estaba maduro y saltó al mercado de metales preciosos que en ese momento formaba un suelo tras 20 años de corrección, desde entonces la renta variable ha oscilado arriba y abajo para acabar en ninguna parte mientras que el oro disfruta de un genuino mercado alcista con un 750% de revalorización. Este proceso no está aún concluido, todo ciclo alcista necesita de una fase de "exageración" que aún no se ha producido, cuando brote la fiebre del oro y su techo se aproxime no estará lejos el suelo de la renta variable pero es pronto para este escenario.
Estamos pues en plena onda cuatro de superciclo, una fase correctiva que se caracteriza sobre todo por el consumo de tiempo, una especie de recarga de baterías en la que los índices pierden la uniformidad típica del mercado alcista y se mueven descompasados con un comportamiento muy dispar, cuando empiecen a alinearse será señal de que se van reuniendo las condiciones y el punto de encuentro es siempre un impulso bajista final que fuerza un suelo común.
Una herramienta útil es observar la onda cuatro de grado menor, que se produjo de 1.966 a 1.975 y que suele ser un fractal de la mayor que se desarrolla hoy. Se estructuró como un triángulo expandido de cinco ondas y lo que se aprecia en el gráfico actual es similar pero con un poco más de inclinación alcista debido a la fuerte inercia que conlleva el final de una potente onda tres y mucha más amplitud como corresponde a una onda de mayor grado. Hay varias posibilidades técnicas que aún están por concretar, pero aunque se alcancen máximos históricos claros habrá que desandar el camino porque todas las opciones pasan por confeccionar un nuevo mínimo de onda tarde o temprano. En principio mis previsiones apuntan hacia el 2.022, pero esa fecha podría alargarse o acortarse dependiendo de la obcecación de los bancos centrales y de los efectos positivos o perversos que puedan tener sus actuaciones futuras, amén de los imprevistos que surgan.
Todas las grandes correcciones, y esta lo es, terminan devorando alrededor del 80% del precio máximo, sirvan de ejemplo la onda II del Dow, el mercado japonés, el Nasdaq o la anterior corrección del oro y la plata. Resta por conocer cual será el máximo establecido en la parte alta del triángulo en curso, pero su propia geometría apunta hacia un suelo en las proximidades del 5.000, quizá menos.
A corto plazo parece que se avecina a una corrección de cierta entidad, pero con posterioridad es posible que sean alcanzados máximos históricos holgados, en un desarrollo lento que puede llevar años, siempre dentro de la dinámica expuesta que requiere recular de nuevo hasta un nuevo mínimo que ponga fin al proceso correctivo.

José Agustín López Selfa

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